El desarrollo tecnológico ha condicionado el curso de la especie humana, diferenciándola del resto de las especies y definiendo su identidad.
Barro al fuego del tiempo
Nuestra estructura craneal al nacer es blanda, y continuará así durante casi 2 años. Salimos del útero absolutamente dependientes de la sociedad a nuestro alrededor. Natural y artificial, la sociedad humana reúne a un grupo de personas que proporcionarán a cada nueva generación alimentación, desplazamiento, abrigo, higiene y descanso. A cambio, nuestra versión como bebés le brindará a esta sociedad la fascinante experiencia de atestiguarnos interactuar, reir, doler, llorar y crecer.
Hasta la fusión
Crecer se vuelve nuestra prioridad, y crecemos mucho y a un ritmo acelerado, porque aunque un cráneo parezca un único hueso sólido, al nacer está dividido en 6 placas que envuelven al cerebro y se conectan mediante suturas de un material fibroso.
El tejido de estas suturas es particularmente blando en recién nacidos, para facilitar que la cabeza atraviese la vía del parto sin presión ni daño, permitiendo incluso que los huesos se suporpongan. Una vez fuera del útero comenzará un proceso donde el cráneo habrá de expandirse para acompañar la enorme velocidad de crecimiento del cerebro.
A estos espacios blandos que conectan las suturas les llamamos fontanelas, y las mismas se irán reduciendo como parte del desarrollo hasta alcanzar los primeros 18 meses, para luego quedar fusionadas por el resto de la vida adulta. Al punto de fusión entre las suturas sagital y coronal se llama Bregma; y Lambda a las suturas sagital y lambdoídea.
Escudo Social
Mientras las criás de otra especie no sobrevivirían con semejante vulnerabilidad, el carácter tribal de nuestra sociedad provee las condiciones externas de protección necesarias para esta «plasticidad» biológica.
Formas de comunicación y conducta grupal altamente desarrolladas generan artificalmente condiciones únicas para el desarrollo y supevivencia humana.
Se construye un orden social y un hábitat se fabrica, contra-natura, mantenido por una comunidad familiar, maternal y anti-individualista.
En esta comunidad tribal se comparten hábitos y se pautan normas a partir de la comunicación en un idioma común compartido.
Percepción, comunicación y memoria
Nuestros oídos distinguen y reconocen con gran definición, mientras nuestras bocas están facultadas para producir una gran variedad de sonidos, habilitando así una inmensidad de posibilidades para la el envío y recepción precisa de complejos mensajes entre individuos.
A su vez. nuestros ojos moldean nuestra percepción del mundo, permitiendo por su posición y diseño que contemplemos nuestro entorno a casi 180 grados permanentes.
Podemos contemplar el paisaje, y mientras lo hacemos, podemos también detectar cualquier movimiento o cambio en la periferia de nuestra visión. Podemos también concentrar nuestra vista en un punto para distinguir los detalles más sutiles.
Pero más allá de lo espontáneo y presente, nuestra mente retiene y organiza cada vivencia y experiencia, permitiéndonos elaborar nuevamente lo sucedido, inventando un mundo que desafía las fronteras materiales. Podemos distinguir en el horizonte un detalle, y deducir la distancia y el recorrido que nos separa de nuestro lugar de llegada. Distancia, tiempo y espacio pueden intelectualizarse, calcularse, elegirse.
Al final descubrimos que podemos hacer una cosa, pero también otra; y en simultáneo, mientras divagamos, podemos mantener algo de nuestra atención enfocada en tareas más cotidianas, como quien cocina mientras conversa, o canta.
Al alcance de la mano
En conjunto con nuestros ojos, nuestras manos habilitan un grado excepcional de interacción constante con el ambiente.
Los pulgares opuestos al resto de los 4 dedos son pinzas que sujetan con la fuerza justa y necesaria.
Las manos, mediante la musculatura de brazos, hombros y piernas, pueden incrementar en un instante su nivel de fuerza, sirviendo así como elementos defensivos, e incluso armas.
Pero no conforme con ello, la habilidad manual nos concede la habilidad de tallar, enredar, enebrar, ahuecar. Un universo de acciones para modificar las características de recursos abundantes a nuestro alrededor como piedra y madera.
Pronto nuestra manos superpusieron elementos simples en sistemas más complejos, necesarios para confeccionar arcos, ruedas, cuerdas y poleas. Mecanismos compuestos que multiplican la fuerza humana y aceleran su rendimiento.
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