Todo lo que hacemos deja huellas, pero en el plano digital queda un trazo detrás de cada foto de un recital, de cada artículo visto en la tienda, de cada búsqueda, cuánto tiempo dedicado a qué, de una pantalla a la otra… metadata, data de la data, información de la información.
¿cuánta Metadata Queda a mi alrededor?
De cada acción realizada se almacena la hora, el dispositivo, la ubicación, la duración, la cuenta sincronizada, aplicaciones empleadas, el sistema operativo corriendo, la ip única y más, siempre un poco más.
La actividad conforma hasta un “mapa de calor” (heatmap) que exhibe en rojo las áreas donde permanecemos e interactuamos más y apenas en amarillo el recorrido que hicimos desde un lugar a otro.
¿Puede evitarse la recolección de datos?
Todo lo que sucede en el plano digital responde a una lógica matemático electrónica donde necesariamente se cumplen pasos y se transacciona información. Si, como sucede con las cookies afectadas por la regulación europea de datos (GDPR), es posible consultar al usuario sobre exclusiones y límites.
Mientras mentalmente nos imaginamos de una manera determinada, adecuada a la medida de exigencias y anhelos, nuestra conducta reiterada nos define crudamente, y nuestros «hábitos de consumo» quedan diseccionados hasta el último detalle para ser empleados para beneficio de los intereses comerciales.
En el plano digital la metadata se acumula bien diferenciada, filas en una planilla de datos separadas, listos para destacar y filtrar, ordenados, cruzados con otros datos, para conformar modelos paralelos (A/B tests) que serán divididos en versiones para cada segmento del público deseado, maximizando su eficacia y contribuyendo a una experiencia cuasi personalizada adaptada a las supuestas características de cada persona usuaria.