Cada banco, supermercado y servicio gubernamental desarrolla aplicaciones que son ofrecidas como una ventaja a sus usuarios. Sin embargo, hay un lado B del asunto, que visto desde la perspectiva de la alfabetización digital y mediática nos señala cómo esta tendencia amenaza nuestras posibilidades y derechos.
3 hechos detrás de las apps
Es posible extraer tres hechos del tweet de Tamara Tenenbaun:
- Existe una propensión a la «appización», donde se monopoliza la oferta de servicios y atención digital con aplicaciones desarrolladas exclusivamente para el teléfono móvil, haciendo a un lado el acceso a través del navegador en computadoras y -paradójicamente- también en móviles.
- Las apps o aplicaciones degradan técnicamente la capacidad y libertad de interacción en un proceso impuesto sin participación de la comunidad destinataria, implicando una vulneración de derechos desde la perspectiva de la ciudadanía digital y la accesibilidad.
- El discurso de quienes promueven el fenómeno habla de modernizarse con una experiencia más fácil, rápida y cómoda en una app, pero oculta privaciones, imposiciones y perjuicios que atentan contra el ideal futurista que postulan y pueden en muchos casos representar un retroceso objetivo.
5 Consideraciones
- Una aplicación móvil le brinda a su desarrollador la posibilidad de recolectar mucha más información sobre la actividad e identidad del usuario que la que ofrece un sitio web desde un navegador, implicando con ello también riesgos de que dicha información resulte vulnerada o comercializada.
- Las apps se denominan nativas porque cada desarrollo está limitado a un entorno específico, implicando multiplicar costos de desarrollo y actualización para versiones compatibles con android de Google/alphabet, iphone de apple y appgallery de huawei.
- Mientras cada servicio demanda su app -incluso varias apps por servicio- en la web solo se necesita un navegador para entrar a cada sitio. Si el sitio está apropiadamente desarrollado, este puede brindar una experiencia gratificante sin anclar a usuarios a un dispositivo y entorno determinado, sin saturar su capacidad de almacenamiento y sin invadir con notificaciones y publicidades.
- Una aplicación le brinda una experiencia extremadamente delimitada al usuario, sin muchas de las posibilidad de personalización y seguridad que si existen en un navegador; especialmente perjudicial para usuarios que requieren de características de accesibilidad como personas con discapacidad visual o motora.
- Bajo el slogan de transformación digital y modernización se encubren:
- demoras en la atención
- reducciones de personal contratado
- delegación de tareas administrativas hacia el usuario
¿Cómo enfrentar esta amenaza?
Lo digital, como todo lo humano, está dominado por intereses. La búsqueda de rentabilidad como interés de unos se opone a la calidad de servicio a la que aspiramos como usuarios. En esta tensión la mayoría de las personas no tenemos capacidad de negociación, tanto porque desconocemos cómo funciona lo digital y su complejidad; como por carecer de elementos y herramientas para nuestra defensa.
Existe un potencial enorme en lo tecnológico para la participación y el ejercicio de derechos, pero para ello necesitamos profundizar nuestros niveles de alfabetización digital y alfabetización mediática a nivel individual; y generar y fortalecer instrumentos y políticas de ciudadanía digital a nivel colectivo.
Como usuarios críticos -alfabetas- podemos cuestionar y reformar el cyber status quo que se ha consolidado, donde se nos posiciona como consumidores pasivos a merced de decisiones ajenas.
Así podremos entonces disfrutar de las bondades acumuladas de los avances técnicos, sin que las mismas sean explotadas desmesuradamente con el único fin de lucrar con nuestra actividad, absorber nuestra atención y controlar nuestro comportamiento para construir un paradigma que contemple nuestros deseos, necesidades y derechos, maximizando la productividad, privacidad y sanidad en toda la experiencia.